domingo, 24 de enero de 2010

fluorescencia albina

¿cuáles son las pasiones o "acostumbraciones" de esta vida mía?
puedo ver que la gente "loca" se convierte en un amor que busco. Me sentí libre y temerosa al verlos sonreirme e interesarse en mi; envuelta en un gorro café y una mirada perdida en la imaginación que yo profesaba en ese momento.
Ellos me hablaban.
Tenía los labios partidos, tomando un café que hervia en mis ojos.
Y allí entre esa tenue tensión de vapor, tal como si representara mi propia evaporación, lo ví a él. Un hombre amarillo galáctico, mirándome. Buscaba la forma de acercarse, pero él sin saberlo había alimentado mi imaginación hasta transformarla en un orgasmo desesperado en esa misma noche; sola, en mi cama masturbándome.

El besó mi imaginación. Fué mi primer maravilloso latir de corazón sin razón.
Su cara no se despega de mi condición humana.
Él, tan del más allá.

Repasé cada detalle de ese mural, pretendiendo analizarlo; esperando inútilmente que aquella sombra albina, llegara y tocara con sus labios mi imaginación; que mirara con sus ojos mi dolor , para convertirme en él.
La paciencia de la pasión.

Acabé de tomar el café y me pregunté, que demonios podía beber yo ahora, para pretender que mis labios y alma se concentraban en algo más que en él. Decidí entonces servir con mis manos templantes un poco de té. Aquel que llamamos "refil", para aparentar calmar la sed.
¿sed? ¿de qué?
El café, el té, el agua de limón, no alcanzan a llenar un gran lago casi marítimo que habita en mi pinche análisis rutinario, que me acostumbra a fumar un cigarro cada que la soledad decide acompañarme en la espera de algún tren, haciéndome así sentirme acompañanada y complementada ( me convierto en objeto de abandono).
Las arrugas aparecen silenciosamente en la veloz sangre de mi cuerpo; me hago pequeña y el humo de cigarros y vapor de café me envuelven como una caricia madre; me convierto en una diminuta luz insaciable, perdida entre el borde separador de una mesa con fruta y café con él, de aquél lejano país, conocido como el "habla".
(¡habla Adriana, habla!)
Y retrocedí, tome un galleta inglesa de chocolate, y cerré un diálogo que jamás se humanizo, para sentarme pues en aquél cómodo gris sillón con vista periférica a la perdición, y hacia la izquierda la nieve albina del amor.


by nanasong